Luz de mi alma en las tinieblas,
tú eres mi esperanza, mi apoyo, mi consuelo,
mi refugio y mi dicha.
Tú que hiciste nacer la verdadera luz de la inmortalidad;
ilumina los ojos de mi corazón.
¡Tú que trajiste al mundo la fuente de la inmortalidad,
dame la vida, pues el pecado me lleva a la muerte!
Madre de Dios misericordioso, ten piedad de mí
e indúceme al arrepentimiento de corazón,
a la humildad de pensamiento,
a la reflexión en el razonamiento.
Hazme digno hasta mi último suspiro
de ser santificado por esos misterios
para que sanen mi cuerpo y mi alma.
Acuérdame las lágrimas de penitencia,
para que te cante y glorifique todos los días de mi vida,
tú bendita por los siglos de los siglos.
Rezar un Ave María, un Padre Nuestro y un Gloria.